prostitución intelectual

Uno de los grandes problemas de la Cultura y la Educación en pleno siglo XXI es la poca credibilidad social que tienen sus componentes. La sociedad en su conjunto decidió hace mucho tiempo que ambas debían entrar en el gran mecanismo capitalista del marketing y la venta, de modo que los únicos que reciben algo de reconocimiento son los influencers y aquellos que han conseguido la tan ansiada etiqueta de "experto".

De esta manera, el resto del sistema educativo ha sido puesto al descubierto ya  que está a la merced de aquellos sabelotodos que sabiendo poco o nada han ganado la fama para que sean otros los que carden la lana. Todo un ejemplo de lo que en tiempos pasados llamaron "eruditos a la violeta".

Más allá de este problema, existe otro aún más grave y es cómo la perversión del sistema de venta ha influido en la compensación. En el pasado, cuando un alumno no sabía hacer algo, pedía ayuda a sus profesores y a sus padres. Si se veía que la solución no estaba ahí, se contrataba a un profesor particular que, mediante otras metodologías o por el mero hecho de servir como apoyo a la práctica docente, conseguía que finalmente ese alumno aprendiera por sí mismo la materia que tanto le costaba.

Esto, en la actualidad, ha cambiado por completo. La metodología por proyectos ha invocado al peor de los monstruos posibles y es que los profesores particulares ya no somos el profesor que va a casa a ayudar a la mejoría, sino que hemos pasado a ser el pobre indigente que hace los deberes del alumno para que este pueda aprobar y nosotros sobrevivir.

Desde un tiempo a esta parte muchos padres, pero también muchos alumnos que se podría decir que ya son adultos han decidido que no merece la pena el esfuerzo de intentarlo, por lo que, directamente, contratan lo que se ha venido a llamar "empresas de apoyo a la redacción", mediante las que todo un arsenal de profesores está a disposición del alumno para hacerles su trabajo.

No es cuestión de corregirlo, sino que, directamente, muchos de ellos te pagan por hacer el proyecto y esto no solo ocurre en secundaria y bachillerato, sino también con trabajos universitarios a los que se supone que has llegado por voluntad propia y vocacional. Así vemos cómo miles de estudiantes pagan porque les hagan sus trabajos de fin de grado, máster e incluso tesis doctorales.

Muchos se escudan en el agobio, sin embargo, todos sabemos que los proyectos de investigación lo único que requieren es tiempo y ganas. Aun así, hemos entrado por el aro porque era reinventarse o morir.

Así pues, los profesores hemos accedido a ser ghostwriters  en español, redactores fantasma con todo lo que ello conlleva. Y aunque sabemos que estamos prostituyendo todo lo que con esfuerzo hemos conseguido y nos sentimos mal por ello, hay una sociedad que nos reclama que le paguemos las facturas y nos lleva a vendernos por unos míseros euros, mientras que otros, con mucho más poder, campan a sus anchas a golpe de billetera consiguiendo que la sociedad sea un lugar donde el conocimiento quede en segundo plano y los títulos solo sirvan para adornar una pared, la misma pared donde un día se fusiló a la inteligencia.


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