Miedo a la oscuridad
Me he parado a pensarte en un segundo y parece que ha pasado media vida. Me siento como una loca que se enajena por los golpes que mi mente recoge y devuelve con el fin de destrozarme en aquellos instantes que creo ver la luz. Pero no, todo está obscuro y, sí, de repente me he dado cuenta de que tengo miedo a la oscuridad. Me he percatado de que cuando mi sino se turba, se me agacha la mirada y no sé decir lo que, en verdad, estoy sintiendo. Mi temperamento se torna orgulloso, prohibiéndome decir algo más de lo que mis ojos trascriben, porque piensa que ese espejo es suficiente para el mundo. Pero, en realidad, hay ocasiones en que me encantaría librarme de esas ataduras; me encantaría luchar contra mis propios fantasmas y, por más que la guerra sea dura, por más que pierda la mitad de mis mesnadas en desentrañar mis complejos sentimientos, quiero hacerlo, porque gano más pidiendo perdón, que permiso. Quiero vivir de pie, aunque eso implique sentir mi cuerpo amoratado. Quiero salir d