semana santa
Querido ateo:
Sé que quizás para ti esto no sea
importante, pero quiero transmitirte que aunque desprecies todo lo que esté
relacionado con Dios, hay situaciones que estremecen a cualquiera, sea cual sea
su condición y su creencia. Te habla un cofrade, que no intenta convencerte,
sino transportarte a su cuerpo y hacer que sientas lo que él durante esta
semana de pasión.
Ya es día Santo y después de
meses preparando la salida por fin este año no la estropea la lluvia. El gentío
expectante confía, en silencio, que este año se acabe su espera y por fin se abren las puertas del santuario.
Aparece una cruz de madera con ribetes de plata y dos faroles que iluminarán y
guiarán los pasos cofrades.
El silencio se rompe cuando el
capataz coge el llamador y lo golpea,- al cielo con el Señor- y en los hombros
del costalero se renueva la fe un año
más.
Los pies “rachean” y con ese
soniquete que envuelve el aire perfumado con incienso, el Señor sale a la
calle. Un redoble de tambor, un estruendo de trompetas y poco a poco se recorren
las calles entre vivas y aplausos, sonrisas y lágrimas y gente, que en silencio,
reza una oración mirando a los ojos a Dios redentor.
De repente, mientras el paso hace
su “revirá”, un anónimo se arranca con su garganta rota a cantarle con saetas que
se adentran por el oído para quedar grabadas
en el corazón, ya que sin quererlo
expresan nuestras palabras.
Parece mentira, pero horas más
tarde el recorrido se ha terminado y nuestro sueño un año más se acaba. Es hora de
ver y esperar todo lo que nos deparan los meses próximos, el Rocío, el Corpus
Cristi, el adviento, la navidad y otra vez, cuando todo esto pase volver a
pasear con el señor en los hombros. Ese hombre que hace tiempo fue penitente como
yo.
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