Toledo

Descubrí en Toledo un mirador de los que hacen nacer el romanticismo; calles de canto rodado que se hicieron hace siglos; callejones de judería que esconden millones de historias y secretos que se perderán en el aire que llenaba los pulmones con un aroma tricultural.

Descubrí en Toledo fantasía, sabores que desconocía, un soniquete al hablar que me encamina hacia un camino especial.
 


Descubrí recuerdos perdidos y sueños que jamás tuve, pero, en realidad, mi mejor descubrimiento fue una sonrisa y, como si de un ladrón se tratase, la robé y me la traje conmigo.

Y aquí estamos, compartiendo minutos como si nada. Volveré y vendrá conmigo y volverá, siempre más grande; siempre más perfecta.

Así fue la experiencia, así. Porque Toledo y yo nos descubrimos.

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