disertaciones de nocturnidad

Reconozco que muchas veces escribo o hablo de una forma farragosa y que puede que la ambigüedad sea mi recurso preferido.
Me encanta la metáfora, la imagen; soy amante de lo que Juan Ramón llamó poesía pura y, como poeta que creo poder considerarme, mi mente propone que debo buscarla a cada instante.
Sé que puedo dar lugar a mil contradicciones, que desconozco parte del mundo y que, aunque no quisiera, soy una erudita a la violeta en mil aspectos de esta vida que, nos guste o no, nos ha tocado vivir.
Pero, de verdad, por mucho que yo diga o haga; grite o actúe; aclame o reclame una acción X o Y creo que llevo demostrándole al mundo mi fanatismo por la retórica ( en cualquiera de sus estadios) desde hace mucho tiempo.
Si quiero hablar lo haré con toda la seguridad del mundo y sin esconderme; sin embargo, sólo hay un tema con el que mi valor de verdad se deshace y este es el amor.
Yo creo en el amor y al creer y nada más hablo de él como el dios que es. Creo, pienso y me afirmo en la duda, en la posibilidad del yo plural, pero sólo es fe.
Y, como fe que es, es mía, no la puedo compartir así que, querido mundo, ved mi visión pero no pretendais entenderme en esto porque mis palabras pueden tergiversarse y no estamos para esto.
El que quiera compartirme visiones que me busque, pero a la tercera persona, en esta historia, dejemosla.

Esto es biografía, es yo poético.

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