Porque Roma no paga a traidores

Me niego a aceptar que un ego abstraido en el uso de cultismos se escude en su altivez para criticar el amor...

Hace mucho tiempo descubrí que el mundo era más grande de lo que querían mostrarme. Cuando estaba en clase siempre hablaban de la reproducción como un acto por el cual el amor de dos personas se traducía, a través de una cópula, en la creación de un nuevo ser (dejando ya atrás los diversos cuentos de semillitas o abejas y flores).

Aquel día me di cuenta de que el amor era más que aquella base reproductiva que todo ser humano, como cualquier animal, debería llevar a cabo. El amor era un sentimiento tan amplio como cualquier otro y, como tal, podría sentirse por cualquier persona fuera cual fuese las condiciones que esta tuviera.

He visto y sentido diferentes tipos de amor y no por ello me siento extraña. Desde el amor a mis padres, a mi hermano, a mis familiares- ya fueran cercanos o lejanos- a mis amigos y aquellas personas que, por los avatares de la vida, han llegado a tocar mi corazón con las puntas de sus dedos…

He sentido cariño, pasión, deseo, obsesión, odio transformado e indiferencia por cualquier persona, fuera cual fuera su sexo, su edad y su pensamiento y, finalmente, creo no haber muerto en el intento, sino todo lo contrario, he aprendido a valorar cada vez más a las personas que han compartido cada instante-a los que están y a lo que ya se fueron- fuera bueno o malo su comportamiento para conmigo, y no por ello les guardo ningún tipo de rencor.

Hace algunos días que tengo varios pensamientos en la cabeza, desde que alguien que parece abandonado al mundo de la fantasía ha querido hurgar con sus manazas el significado de este sentimiento para adecuarlo a su pensamiento más que obsoleto. Vi su texto de “gallitos” por encima y, realmente, me pareció logrado. Era como ver un filete suculento, sin embargo, cuando lo abrías con el cuchillo, le salían millones de gusarapos e infectos olores que abogaban por una veloz y desmesurada visita a la basura.

Era como ver un plato de esos que sirven en las altas cúpulas de la sociedad, donde todo es adorno y poca es la esencia. Tan carente de significado estaba, que en un intento por mejorar sus ideas farragosas, su tecla fue a dar en el punto menos indicado haciendo de su trabajo un magnífico borrón de tinta al que solo un bastardo sin corazón querría no prenderle fuego.

Callé, sin embargo, porque me parecía que responderle en su propio espacio era adentrarme en lugares pantanosos y preferí dejarme de luchas cruentas a través de un espacio como el que ahora me dispongo a utilizar. Pero creo que no es justo obviar el hecho de que una persona se dedique a proferir insultos contra otras por el simple hecho de que amen o no a una persona sea cual sea el sexo de su amante.

Me he dado cuenta de que ya no importa nada de lo que se pueda creer porque siempre habrá alguien que intente destrozar el sueño de cualquiera de sus semejantes solo por el hecho de que, en su visión del mundo, se le tornen diferentes.

Sí, me callé porque me parecía que responderle en su juego era darle alas para que se creciera, pero hoy ha habido alguien que me ha demostrado que callarse cuando algo no está bien es lo que realmente atenta contra la libertad de las personas que en aquel texto se criticaba.

Yo creo que vivo en el siglo XXI, y, por eso, me parece de muy mal gusto ser un anacrónico homófobo que en vez de intentar amar a alguien, se dedique a crear el odio entre los demás. Viva y deje vivir y ya no es solo por aquellos a quienes el otro día tuvo la indecencia de equiparar con enfermos de todas las clases, sino también a aquella que ha tomado por dama para sus juegos de amor cortés.

Si no sabe amar no sé qué licencia tiene para criticar el amor de otras personas pues, al fin y al cabo, solo es amor y este nunca, NUNCA, busca el hacer daño.

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