Un mundial mediático

Agua, fuego, luces… La selección española ha vuelto a triunfar bajo los ecos de miles de personas que han gritado en el mismo instante la palabra ¡¡GOOOL!! El deporte rey vuelve a ser noticia y, esta vez, parece haber venido para quedarse, al menos, durante cuatro años.

Sí, aquella plantilla que hace dos años nos trajo la Eurocopa a casa, ha vuelto a deslumbrar a su afición una vez más. Porque, aunque muchos eran incrédulos, la selección se ha mostrado ante su público con la máxima honradez posible para convertirse, así, en el nuevo símbolo español.

De este modo el ciudadano de a pie ha visto cambiar su vida de manera ingente desde aquel instante en que un joven de Fuentealbilla metiera el gol de la victoria después de casi dos horas de desesperación, gritos y abucheos a un contrario, que aprovechaba cualquier ocasión para masacrar las extremidades de los futbolistas hispanos.

Cada vez nos sentimos más españoles gracias a un gol espléndido y unas manos milagrosas y, aunque muchos han renegado durante años de su patria, llevamos una semana coreando a voz en grito que “España es la mejor” al más puro estilo escobariano.

Lucimos la camiseta como si fuera el tesoro más preciado que tenemos, la bandera rojigualda se dibuja como el único estandarte al que amamos; pero, ¿durante cuánto tiempo?

Ahora parece que todo es tan normal, tan justo, tan hecho a nuestra medida que ya no caemos en la cuenta de que la vida sigue con sus vaivenes. Hemos olvidado que hace menos de dos meses ver una bandera en la puerta de una casa era símbolo de- ¿cómo era?- fascismo. Degeneramos los nombres para utilizarlos en nuestro favor y ahí lo tenemos, el mundial ha sido la mayor tapadera de publicidad de la historia.

Desde hace poco más de una semana España ha vivido una revolución cultural que, seguramente, aparecerá en los libros de historia venideros. Si, para España ganar el mundial es un hito histórico, un cambio de mentalidad parcial que ha arrancado un mar de sonrisas y lágrimas a millones de espectadores que ya veían desde el principio del mundial que " la Roja" era favorita.

Ahora bien, apartando estas perspectivas, se puede observar con claridad que, como ocurre con casi todo, la política abre su frente propio y, ciertamente, el mundial no iba a quedar impune. Desde un principio los medios de comunicación han promovido esta especie de propaganda que, con gran facilidad, ha llevado a cabo su cometido.´

Creía haberlo visto todo, pero no, aún me sigo asombrando con la cantidad de atrocidades que puede hacer un grupo para ganarse un favor. Se ha dejado ver propaganda política a raudales, hasta tal punto que se silenció una modificación de la ley del trabajo porque tocaba partido. Verdaderamente esto es vergonzoso. La evasión de responsabilidades ha llegado a tal punto que en países de Europa se ha agotado un día de política para hablar de una eliminación en el mundial.

Pero no solo es eso, durante todo este tiempo parece que el mundo se ha paralizado de tal forma que los telediarios no tenían mayor argumento que aquella jugada que dio a España su victoria. Ya no hay muertos en carretera, ni mujeres maltratadas; no hay paro, ni gente que está siendo desalojada por impagos; tampoco quedan asesinos, ni violadores. Qué más da que Ignacio Bosque gane un premio por su labor en el campo de las humanidades, o que lo gane Carlos Martínez Alonso por su investigación médica. Por un segundo de gloria se ha olvidado que el mundo sigue girando.

El fútbol es mundial, pero el mundo no solo es fútbol. Sí, quizás esto haya servido para que millones de personas sean más felices durante una semana, pero ya es hora de seguir adelante porque la vida fuera del estadio, la del hombre de a pie, dejó hace mucho tiempo de ser un sueño.

Quizás el pulpo Paul sea un adivino reencarnado, pero bajo un punto de vista objetivo lo que ocurre en un juego tiene una probabilidad inherente y todo, absolutamente todo, se debe al azar, a un instante, quizás maravilloso o quizás fatídico, pero siempre dependiente de la suerte.

Sí, nuestro país es reverenciado deportivamente, pero mientras aquí se pierde el tiempo y el dinero en intentar comprar a ese bendito pulpo, el resto de países han vuelto a su rutina para intentar paliar los daños estructurales que se llevan sucediendo desde hace ya algún tiempo. No se está negando a nadie la alegría que pueda sustentar el ser campeón del mundo pero el tiempo corre y sentarse a observar el pasado glorioso de veintitrés personas aún no está remunerado.

España sigue en su nube de algodón, con una sonrisa en la cara, disfrutando de su copa y, mientras, se sigue levantando cada día un poco más pobre porque, por más que se gane, aún no se recupera el dinero perdido. El país entero ha muerto con el mundial y, ahora, han vuelto a lo que dejaron aparcado hace quince días. Solo así, con las manos en la cabeza, parece estar resucitando después de un dulce letargo de veraniego.

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